Las
orillas son paradógicas y la tierra se mueve perentoriamente.
El agua
leída en la margen del río es el falso telón de los
hijos de Cortés.
Un doble
fondo en los limoneros deja liberada a la víctima y el
perdido fantasma Azteca que ha llegado flotando es olfateado
por los perros del monte.
Así es
mayo, un desenterrador desaforado.
El isleño
busca con su pala lombrices para la pesca y desentierra
de las zanjas el cuerpo de un tractor histórico.
Oxido
para encarnar: bogas de zinc, pejerreyes remachados, dorados
enchapados.
Hay
un trato con las tortugas de agua para que canten en los
fondos del rio, la épica de su navegación.
Mayo no es el Caribe sino el menoscabo de las algas.